jueves, 31 de enero de 2013

Concurso de sueños: No se lo digas a nadie (Esther Villar)


Yo corría mientras aquel desconocido me perseguía.

Acababa de salir de casa, eran las once de la noche y todo estaba oscuro, solo quería reunirme con un amigo y charlar sobre nuestras cosas. Pero en cuanto crucé la esquina, alguien con un paso ligero se dispuso a perseguirme, y cuanto más deprisa iba yo, más rápido iba él.

Una vez que giré la cabeza para ver quién era, me asusté aún más, ya que iba encapuchado, por lo tanto era imposible ver su cara y, además, su figura no me resultaba familiar.

Era una gran ciudad, por lo tanto no conocía muy bien sus calles y finalmente me encontré en un callejón sin salida.

Aquella persona me sujetó las manos, y me dijo que no tenía intención de hacerme daño, solo quería hablar conmigo.

Empezó diciéndome su nombre y apellidos, ¿por qué tenía mi mismo apellido? Se lo pregunté una y otra vez y su respuesta era siempre la misma:

—¿En serio no te acuerdas de mí?

Empecé a recordar, veía imágenes sueltas de mi infancia, mis primeros pasos eran con él y mis primeras palabras también.

Lo único que se me ocurrió es que  era mi padre, ya que hace poco tiempo mi madre me dijo que cuando yo tenía cuatro años él tuvo que marcharse a otro país para conseguir algo de dinero pero no supo nada más sobre él.

Él comenzó a darme detalles, me sonaba su hablar, y su forma de expresión era similar a la mía.
Finalmente concluyó diciéndome que era mi padre y yo, entre lágrimas, le abracé.

Antes de irse me dijo que no se lo tenía que decir a nadie.

Los días pasaron, pero no pude contenerme más y se lo conté a mi madre.

Ella, disgustada, llamó a mi abuela paterna

Yo le preguntaba una y otra vez a mi madre la razón de aquel disgusto, y mi madre consiguió explicarme que debido a un malentendido los directores de su empresa lo buscaban para matarlo.
Yo no me lo podía creer. Pero justo cuando mi padre abrió la puerta de casa, sonó el despertador.

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