lunes, 17 de diciembre de 2012

La Marca: un cuento de vampiros

LA MARCA

Desorientado y sudando despertó Luis de aquella terrible pesadilla en la que alguien le llevaba a un callejón oscuro y allí practicaba con él un extraño ritual. Él no entendía nada.

La mañana se le hizo bastante larga, ya que solo pensaba en llegar a su casa, buscar información y poder interpretar aquella cosa tan extraña con que había soñado.

Por fin sonó el timbre a las dos y media, llevaba un paso ligero y en siete minutos llegó a casa. Comió como si no tuviese tiempo y enseguida encendió el ordenador.

Allí no obtuvo respuesta, no encontró la interpretación que esperaba y por un rato se olvidó de ello; pero pasaron los días y una y otra noche siempre soñaba con lo mismo.

Por fin llegó el fin de semana, no tenía muchos deberes que hacer, así que decidió ir el sábado por la mañana a la biblioteca del pueblo, en busca de algún libro relacionado con la interpretación de sueños.

Cuando llegó encontró en un estante un libro, vio el índice y vio que los sueños relacionados con rituales nocturnos estaban en la página 67, cuando se dio cuenta de que esa página estaba arrancada; no le hizo ningún caso, creyó que era una coincidencia y volvió a su casa.

Al llegar, su madre tenía algo en la mano y estaba disgustada esperándole en la puerta.

Le entregó una carta abierta cuyo destinatario era él; la carta decía así: “Al final te van a descubrir”. Su madre le preguntó en qué lío estaba metido y él, enfurecido, le dijo que no sabía qué era eso, y tras un portazo se encerró en la habitación.

Volvía a leer una y otra vez la carta, sin conseguir relacionarla con nada ni nadie, puesto que no tenía remitente.

Pasaron los días, y seguía soñando todas las noches con la misma pesadilla, hasta que un día llegó al colegio y le tocaba la revisión de los 14 años, allí el médico encargado de hacerlo le levantó la camiseta para poder escuchar sus latido y comprobar que todo estaba bien. De repente, le preguntó:

—¿Cómo te has hecho esta marca?

Luis se quedó parado y le dijo que él no tenía ninguna marca, el médico le acercó un espejo y comprobó que era verdad, tenía una pequeña marca con forma de luna y varias notas musicales en su centro.

El médico dijo que la revisión había finalizado y Luis se fue del centro con bastante prisa. No le contó lo ocurrido a nadie. Empezaba a asustarse tras tantas coincidencias: las pesadillas, el libro, la carta y ahora la marca, pero no consiguió llegar a ninguna conclusión.

Cuando se dispuso a ir al colegio la mañana siguiente, vio que alguien había metido una nota por debajo de la puerta en la que ponía: “Para Luis”, la cogió con sigilo, la leyó y se la guardó, en la nota había algo escrito con grandes letras y una tinta roja que le recordaba a la sangre: “Hoy a las 12:00h en el almacén industrial San Rafael”.

El día transcurrió sin incidentes y cuando llegó la hora de acudir al almacén se planteó seriamente si ir o no, pero finalmente decidió asistir. Llegó y estuvo esperando mucho tiempo, hasta que alguien le cogió por la espalda, le tapó los ojos y le dejó inconsciente. Se despertó maniatado y con un gran dolor en la cabeza, frente a él había dos hombres de gran estatura y corpulencia que comenzaron a interrogarle:

—¿Dónde te han hecho esa marca?

—¿Por qué fuiste a la biblioteca a leer cosas sobre vampiros?

Él consiguió reconocer a uno de los hombres, era el médico de la revisión, y les contestó:

—No sé por qué tengo esa marca y yo no fui el otro día a ver nada de vampiros a la biblioteca.

Los hombres, con mucha paciencia, se sentaron delante suya y le dijeron que tenían que abandonar ese pueblo e irse los tres juntos a otro lugar, ya que si no los podrían descubrir.

—¿Descubrir el qué? –preguntó Luis.

—Descubrir que somos vampiros, aunque aún seas muy joven es hora de que sepas toda la verdad –le contestó uno de ellos —Cuando naciste, Federico, el médico que te revisó el otro día, se dio cuenta de que eras especial, de que eras… eras… eras un vampiro —respondió el otro con recelo.

Luis les dijo que no podía ser, que se debían estar confundiendo de persona, pero ellos le dijeron que no, que le habían conocido por la marca. Ambos se levantaron la camiseta y le enseñaron la misma marca que tenía él y en el mismo sitio, en el costado izquierdo.

Luis estaba anonadado, le habían dado mucha información en muy poco rato. Pero ellos le dijeron que tenía que ir rápidamente a casa a por sus maletas, ya que tenían que partir de inmediato. Luis obedeció y tras recoger todas sus cosas, les dejó una carta a sus padres, que se habían ido a cenar con unos amigos y aún no habían regresado. La carta decía así: “Queridos mamá y papá, me tengo que ir del pueblo, no me busquéis ni se lo contéis a la policía, estaré bien. Besos. Luis”.

Esa misma noche partieron, en el camino se enteró que iban a Sidney, pero no podía quejarse, ya que sabía que tenía que ser así si no quería morir.

En Sidney comenzó una nueva vida, los dos hombres le trataban muy bien y le enseñaron a desarrollar sus poderes de vampiro. En cuanto a sus padres, no preguntaron nada ni le intentaron buscar, porque esa misma noche mientras regresaban de la cena fueron asesinados por otra persona perteneciente a este grupo vampírico, ya que pensaron que era la mejor forma de que nadie preguntase por Luis, dado que en el entierro se enterraron tres ataúdes y todos pensaron que la familia entera había muerto en un accidente de coche.

El tiempo pasó y Luis vivió tranquilo y feliz, sin saber nada de la muerte de sus padres, viendo el tiempo pasar y desarrollando cada vez más sus capacidades, ya que eran inmortales.

Esther Villar Paniagua 4º B

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