sábado, 22 de septiembre de 2012

Soñando con los ojos bien abiertos


Yo he soñado sin dormir... 
¿Acaso sin despertarme?
(Antonio Machado)

Because dreaming is an intrinsically creative art, every man can be said to be an artist while dreaming.

¿Hemos ahondado hasta ahora poco o mucho en el sueño? Hemos intentado entender qué función cumple, de dónde toma sus materiales y cómo los combina. Pero nos hemos desentendido de un hecho evidente, y al mismo tiempo casi increíble: cuando estamos despiertos, solo unos pocos de entre nosotros tienen el talento y la maestría necesarios para urdir historias, inventar cuentos.

En cambio, cuando estamos dormidos se diría que a todos se nos concede democráticamente ese don que Dios no quiso darnos. No solo inventamos historias conmovedoras, sorprendentes y llenas de fantasía, sino que las repentizamos o improvisamos en tiempo real, sin premeditación alguna. Es como una danza alrededor de algo que nos atrae: tanto ese centro como nosotros nos vamos moviendo, acercándonos y alejándonos. Los momentos en que abrazamos el núcleo del sueño y nos fundimos por un momento con él son apoteosis de placer, dolor o simplemente significado.

En este momento del libro de los sueños aparecen los surrealistas: una curiosa secta de poetas y pintores liderada por un caballero visionario, André Breton. Pese a su fama de irracionalistas, lo que vienen a plantear es un silogismo clásico:

  1. Cuando soñamos, somos mucho más creativos que cuando estamos despiertos. 
  2. Esto se debe a que cuando soñamos se dan ciertas condiciones que no se dan cuando estamos despiertos. 
  3. Si consiguiéramos reproducir esas condiciones estando despiertos, podríamos ser tan creativos como cuando estamos dormidos. 

Convincente, sin duda. Ahora bien, ¿qué condiciones son esas y cómo cabe reproducirlas? Siguiendo a Freud, Breton piensa que lo que lastra nuestra creatividad es que cuando estamos despiertos filtramos en exceso nuestras ocurrencias sometiéndolas a una doble censura: no nos permitimos pensar cosas inmorales, que van contra nuestros principios; y reaccionamos también con desagrado cuando nos damos cuenta de que estamos pensado cosas absurdas, sin sentido.

La respuesta de Breton a este problema es de una sencillez y modernidad admirables: es todo, nos dice, una cuestión de velocidad. Para darle el sí o el no a una ocurrencia, nuestro censor particular se toma un tiempo; si inundamos el servidor con un porrón de palabras o imágenes, una detrás de otra, llega un momento en que es incapaz de dar abasto. Le faltan manos o tijeras para impedir que surja lo imprevisto, lo extraordinario. Escritura automática es el nombre que Breton da a este juego: escribir tan aprisa todo lo que se nos ocurra que perdamos el hilo de lo que estamos diciendo y renunciemos a controlarlo.

Nótese que el objetivo de este juego surrealista, como de otros que iremos explorando, no es crear una obra de arte redonda o perfecta, sino habituar la mente a otra forma de hacer las cosas, acostumbrarla a admitir combinaciones que normalmente rechazaría. Se trata, ni más ni menos, que de desarrollar un gusto por estas imágenes imprevistas, oníricas, y predisponerse a seguirlas allá donde quieran llevarnos.

Como explica Breton, el inconsciente nunca está quieto, silencioso: basta escucharlo para oírlo. Una vez que se les ha abierto paso, las ocurrencias que nos llegan desde las profundidades no se presentan solo cuando nos ‘ponemos a hacer escritura automática’, sino en cualquier momento. El único objetivo de la escritura automática es que cuando nos llegue el mensaje del Otro Lado no nos encuentre hostiles o despectivos, sino dispuestos a apreciar lo que nos llega.

Por eso, carece de importancia que nuestros poetas del 27 negaran alguna vez su condición surrealista alegando que sus poemas no eran fruto de la escritura automática. Sucede que en realidad sí lo son: no porque se trate de ejercicios de automatismo, sino porque provienen de una sensibilidad que se ha acostumbrado a admitir este tipo de imágenes y favorecerlas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario