lunes, 21 de noviembre de 2011

El Cuaderno perdido de Leonardo Da Vinci

Han colocado en la estantería de entrada un libro 3D y sin necesidad de gafas especiales como en el cine, se puede leer y comprobar asombrado cómo salen hacia fuera los distintos inventos que Leonardo dibujó, adelantándose siglos con su imaginación.

Vale la pena hojearlo... con cuidado, como los libros antiguos cuando los encuentran los aventureros de las películas...

Patrick Rothfuss

Es el autor del "EL NOMBRE DEL VIENTO" y de su conntinuación El TEMOR DEL HOMBRE SABIO"
que en dos semanas ha escalado a la lista de superventas... y es que los fans de novelas fantásticas lo esperaban con ganas. Puedes leer la primera parte en tu biblioteca ¿dónde si no ?

viernes, 18 de noviembre de 2011

Nasrudin



Los sufís constituyeron una corriente mística -que nosotros conocemos más como la filosofía de los derviches-, que utilizaba la parábola y el cuento para transmitir sabiduría, como casi todos los pueblos místicos de la historia.

Los cuentos sufís no son sólo relatos ni meras historias contadas con cierta gracia o con moraleja iniciática. En realidad, los cuentos sufís son una vía para el conocimiento, donde la metáfora se conjuga con la evolución espiritual y donde el conocimiento místico de lo arcano se revela a través de lo simple.



El protagonista de las historias sufís es siempre el mismo, se llama Nasrudin y es un personaje muy particular. A veces es un viejo decrépito, a veces es un joven; otras, un sabio y otras un torpe o un tonto. También aparece como un hombre adinerado, o como un mendigo.

Específicamente en esta historia, Nasrudin es un hombre que, por alguna razón que él desconoce, ha cosechado fama de ser lo que entre los sufís se denomina "un iluminado", esto es, alguien que ha logrado un cierto conocimiento sobre cuestiones importantes y trascendentes para otros. Él, sin embargo, sabe que en realidad no sabe nada; está convencido de que lo único que él ha hecho es viajar y escuchar, pero que con certeza no tiene grandes cosas para decir.

La historia cuenta que había en una localidad un hombre sabio que a los aldeanos le parecía por un lado una persona interesante y, por otro un extravagante.

El caso es que le solicitaron que les predicase. El hombre aceptó, pero el día en que los pueblerinos se reunieron para escucharle, intuyó que los asistentes no eran sinceros en su actitud y, con talante sumamente equilibrado, les preguntó:

-Amigos, ¿sabéis de qué me dispongo a hablaros hoy?

-No - respondieron los aldeanos.

-En este caso no voy a deciros nada. Sois tan ignorantes que de nada podría hablaros que mereciera la pena. En tanto no sepáis de qué voy a hablaros, no os hablaré.

Los presentes, avergonzados y desconcertados, se marcharon a sus respectivas casas. Al siguiente día se reunieron y decidieron reclamar otra vez las palabras del sabio, quien les volvió a preguntar:

-¿Sabéis de qué voy a hablaros?

-Sí, lo sabemos –respondieron los aldeanos, que estaban preparados.

-Siendo así, no tengo nada que deciros, puesto que ya lo sabéis. Que tengáis una plácida noche.

En el comienzo de este cuento ya podemos apreciar cómo juega el sabio sufí con sus interlocutores. Tiene un claro objetivo: hacerlos reaccionar. Él intuye que no oirán sus palabras de corazón, y que solamente le piden que hable para saciar sus deseos de escuchar alguna verdad. Sin embargo, él tiene claro que, mientras ellos no se dispongan realmente a escucharlo, su prédica será en vano.

El cuento sigue:

Los vecinos, irritados, no se dieron por vencidos, y una vez más reclamaron la prédica del hombre que consideraban tan extraño, a la vez que revelador:

-¿Sabéis, amigos, de qué voy a hablaros?

Los aldeanos ya habían estudiado muy bien la respuesta que iban a dar para obligarle al sabio a disertar. Y contestaron:

-Unos lo sabemos, y otros no.

-Muy bien. En tal caso, los que saben que transmitan todo su conocimiento a los que por el momento no saben.

Cuando uno cree que lo sabe todo, no es capaz de recibir nuevos conocimientos. Pero cuando uno no sabe nada, ni siquiera lo que quiere, tampoco será capaz de abrirse a la verdad.

Este cuento, además, nos enseña que no vale la pena perder el tiempo con las personas que no deciden salir de la ignorancia; y que si en una comunidad hay personas de talento, es ocioso buscar un nuevo maestro.



jueves, 17 de noviembre de 2011

Enjoy the Silence

Esta mañana, durante la guardia de Biblioteca del recreo, me he sentido obligado a invitar a dos alumnos a abandonar el lugar. No es cosa que uno haga a menudo, ni con gusto —y me ha parecido que sería bueno meditar un poco sobre el fenómeno.

Entre las cosas que muchos alumnos han dejado de entender (o nosotros de saber explicar) está por qué las bibliotecas deben ser silenciosas. La gente que va a la biblioteca a charlar o armar jaleo mata la posibilidad de disfrutar del silencio. Un silencio vivo, bullicioso a su manera. Y cada vez más infrecuente. De manera irreflexiva, automática, asociamos el silencio con la muerte o el totalitarismo. Sin razón: el totalitarismo es un disco rayado y estridente, y la muerte una zona inhóspita. Nada que ver con el silencio acogedor de una biblioteca, donde la gente, liberada del ruido, disfruta del espacio ganado y puede aprovecharlo para pensar o imaginar. Obedientes al prejuicio, en cuanto nos juntamos, o nos juntan, nos sentimos obligado a hablar a voz en grito (aunque no, por desgracia, a encontrar algo digno de decirse). Cada vez es más raro topar con gente que nos ahorre (y se ahorre) su charla y su estrépito: una rara cortesía. 'Gente en silencio' es ya casi un oxímoron.

No es solo que se agreda de forma desaprensiva contra el derecho de los demás a concentrarse, sin soportar nuestro ruido y nuestra incapacidad para centrarnos (como, en los últimos tiempos, se nos ha reconocido el derecho a no tragarnos el humo de los fumadores); es que la más mínima llamada a la racionalidad se siente (lo que ya es el colmo) como una agresión, un recorte a las libertades. Tenemos, piensan algunos, derecho a convertir la Biblioteca en una extensión del bar; después de todo, dirán para sí, ya hemos convertido las clases en algo muy parecido...

Uno se resigna, pues, a parecer tan estricto como sea necesario para poner dique a la grosería y la falta de educación. Por mucho que nos enfrentemos a una inercia poderosa, la decisión de no ceder a ella, aunque problemática, siempre es posible. Gracias a los que así lo comprenden —y espero que los que no se han parado a pensarlo tengan la oportunidad (en lo que callan un instante, para leer; quizás pensar) de hacerlo.


lunes, 14 de noviembre de 2011

Los huesos, esos desconocidos

¿Sabías que "los huesos son órganos vivos: están compuestos por arterias y venas [...]. Cada año renuevan el 10% de sus células y pueden recomponerse cuando se fracturan...

(De La Enciclopedia Visual de las Preguntas -El cuerpo humano). David-Lengua

Enciclopedia visual de las Preguntas

Al llegar esta semana a la biblioteca, en las estanterías de novedades, he encontrado los libros de la colección Enciclopedia visual de las Preguntas, con MUY DIVERSOS Temas (Insectos, Cuerpo humano, Inventos, Viajeros, la Tierra,...).

Estos libros entran muy pronto por la vista, y te enganchan a leer (aprendes curiosidades en cada página). Os animo a hojearlos, leerlos y disfrutarlos. (¿me dejaréis alguno la próxima semana?). DAVID Lengua

jueves, 10 de noviembre de 2011

Tu carne olía ricamente a otoño


Una pequeña paradoja: según pasan los años, la riqueza de la literatura no hace más que crecer, al sumarse nuevos autores y obras y un mejor conocimiento de los que ya había. Sin embargo, nuestros temarios de Lengua Castellana y Literatura menguan, cada vez más simplificados y ramplones, como si todos nos hubiéramos resignado a la idea (más bien descortés, y para nada justificada) de que los jóvenes actuales solo pueden retener unos pocos nombres (los indudables: Bécquer, Baroja, Machado, Cela...), y aun de estos, bien poca cosa (dos o tres títulos y alguna generalidad más o menos gaseosa).

Solo así se explica que en nuestros apuntes y libros de texto nunca se hable, por ejemplo, de Tomás Segovia, un gran poeta español y mexicano que ha muerto esta semana en México. Poco o nada tenía Segovia de 'autor menor': muy al contrario, se trata de un verdadero gigante de nuestras letras, un torbellino de ideas e imágenes que no solo se mantuvo activo hasta sus últimos años, ya octogenario (Sófocles, recordemos, escribió una de sus obras maestras, Edipo en Colono, con noventa inviernos), sino que en opinión de algunos críticos fue a mejor con el tiempo, subiendo en cada poemario o libro de ensayos la apuesta del anterior.

En vez de la proverbial torre de marfil en la que se encierra el genio a aburrirse y contárnoslo, Segovia pasaba sus tardes en uno de los cafés más bulliciosos de Madrid, el Comercial. Necesitaba, decía, el ruido para poder concentrarse; y no era difícil sacarle por unos minutos de su tarea para mantener una conversación sobre lo divino y lo humano. Pocas veces un autor estuvo tan al alcance de sus lectores, y tan dispuesto a departir con ellos.

En nuestra querida Biblioteca no tenemos aún ninguno libro de Tomás Segovia, pero no pasará este curso sin que lo solucionemos. De su antología En los ojos del día (Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2003) os traigo hoy este poema, uno de sus Sonetos votivos, un ciclo amoroso en el que el poeta se atrevió a integrar en la literatura algunas palabras que todos conocemos y usamos, pero que siguen considerándose tabú, como si designaran (nada más lejos de la verdad) algo de lo que debiéramos avergonzarnos.

Tu carne olía ricamente a otoño,
a húmedas hojas muertas, a resinas,

a cítricos aceites y a glicinas

y a la etérea fragancia del madroño.


Hábil como una boca era tu coño.

Siempre había, después de tus felinas

agonías de gozo, en las divinas

frondas de tu deseo, otro retoño.


Te aflojabas de pronto, exangüe y yerta,

suicidada del éxtasis, baldía,

y casta y virginal como una muerta.


Y poco a poco, dulcemente, luego,

absuelto por la muerte renacía

tu amor salvaje y puro como el fuego.



Tenéis Una Cita

"Nada enriquece tanto los sentidos, la sensibilidad, los deseos humanos como la lectura" Vargas LLosa).

¿Pensábais que diría la pantalla del ordenador? DAVID- Lengua

lunes, 7 de noviembre de 2011

Aquí, Catulo


Entre los libros por descubrir de nuestra Biblioteca está una preciosa versión en verso castellano de la obra de Catulo, el gran poeta latino, llevada a cabo por Rafael Herrera y publicada en Ediciones Clásicas. Si no tienes el gusto de conocer a este gran poeta, aquí te lo presentamos.

*

Podemos considerar a Cayo Valerio Catulo (Catulo para los amigos) el primer poeta romántico del que tengamos noticia. Si le faltaran otros méritos, uno innegable sería haberse adelantado a su tiempo. Vivir en el siglo I antes de Cristo, veinte siglos antes de que surgiera el Romanticismo, no le impidió ser fiel a los postulados intemporales de este movimiento: utilizar el arte para conjurar sentimientos íntimos, poner la pasión por delante de la razón y preferir morir (literalmente) de amor antes que resignarse a vivir sin él.

La vida de un enamorado de este calibre no se entiende sin la contrafigura de su amada, una mujer bastante enigmática de la que no nos ha llegado una sola línea, pero que vive para siempre en los versos mejores de nuestro poeta. Tanto Catulo como ella pertenecían a la clase noble, y debieron de nacer en los mismos años, aunque ella era algo mayor: sabemos que él vio la luz en el año 84 a.C. en Verona, la misma ciudad (ya es coincidencia) en que otros dos jóvenes enamorados acabarían dándose muerte muchos años más tarde.

La mujer que Catulo amó tanto se llamaba Claudia (o, como se pronunciaba entonces, Clodia). Cuando él la conoció estaba ya casada, pero eso no impidió que ambos se atrajeran fuertemente desde el primer momento en que se vieron. Siguiendo una convención de la poesía amorosa, en sus versos ocultó su nombre, cambiándolo por otro que era todo un guiño. Lesbia, la llamó, como lesbia (de la isla griega de Lesbos) era la poetisa Safo, autora favorita de Clodia, alguno de cuyos poemas tradujo y adaptó al latín el propio Catulo.

Aunque nuestro autor cultivó con éxito la poesía narrativa, escribiendo unos notables poemas épicos de extensión relativamente breve (los epilios, de unos 500 versos), lo esencial de su obra son sus poemas de amor y desamor, casi siempre breves y concisos, pero devastadores. A través de ellos podemos seguir, como en una novela, la trayectoria de este amor tormentoso, pasando de los primeros escarceos a una pasión torrencial, correspondida; por desgracia, algo que no conocemos bien hizo que Clodia dejara de ser la amante entregada del primer momento para transformarse en una mujer caprichosa y hasta cruel (despiadadamente liberada, como la llama García Calvo) que engañaba al poeta con otros hombres y lo enloquecía con sus frecuentes desvíos, rechazándolo para después aceptarlo otra vez, y volver a abandonarlo cuando ya se creía a salvo. (Por supuesto, si lo sucedido nos lo hubiera contado Clodia, la perspectiva sería muy distinta: pero nosotros no tenemos más remedio que ver los hechos desde el punto de vista del amante despechado, que, por después de todo, fue quien se tomó la pequeña molestia de hacer inmortal esta historia.)

De forma muy romántica, Catulo pasa del amor ilusionado a la desilusión y el desengaño más mordaces, sin por ello dejar por un solo momento de amarla con toda su alma. Muere a los treinta años, en el 54 a.C., por una enfermedad misteriosa (consunción), que quizá hoy llamaríamos depresión: no hallaba sentido a una vida vacía de la que prefirió desinteresarse, hasta dejarse ir sin oponer demasiada resistencia. Hay quien dice que se envenenó: y seguramente es cierto. Su veneno, eso sí, tenía seis letras…

jueves, 3 de noviembre de 2011

La fuerza de la lectura

"Un día leí un libro y toda mi vida cambió. Ya desde las primeras páginas sentí de tal manera la fuerza del libro que creí que mi cuerpo se distanciaba de la mesa y la silla en la que estaba sentado.[...]. Era aquel un impulso tan poideroso que creí que de las páginas del libro emanaba una luz que se reflejaba en mi cara: una luz brillantísima que al mismo tiempo cegaba mi mente y la hacía refulgir[...]"

Del libro LA VIDA NUEVA, de Orhan Pamuk

¿No te has sentido alguna vez así? ¿Lo has compartido con alguien, como el protagonista del libro? ¿Has sentido peligro por ello? Siempre se puede sentir en la BIBLIOTECA...